BLANCA NAVIDAD
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3 mayo, 2023
Suelo decir que marzo es nuestro mes de celebraciones, cumple años mi mamá, un sobrino, mi esposo y yo. Y este año, además, mi hija tenía una competencia de ballet en Chicago.
A principios de mes viajamos a Chicago, lastimosamente no pudo competir porque tuvo una lesión un día antes de su presentación. Fue muy fuerte para ella, tenía mucha ilusión, había entrenado con pasión durante todo el verano, y en unos minutos su sueño se desvaneció. Lloró y la consolé, también lloré en silencio. Estuvo triste, al igual que nosotros, pero lo aceptó y siguió adelante, ahí estábamos apoyándola y dándole ánimo.
Regresamos a Panamá, llegó mi cumpleaños. Sinceramente no estaba de ánimo para celebrar, le decía a mis hijos que por primera vez en mucho tiempo no sentía esa ilusión, esa alegría que me caracteriza, mi corazón estaba marchito por lo que le había sucedido a mi hija. El día de mi cumpleaños tuvo su primera terapia de rehabilitación, por tres meses no podría ir a sus clases de ballet, eso me llenó de nostalgia.
Recibí varios regalos, entre ellos un nuevo IPhone, lo quise configurar enseguida, y perdí mensajes, llamadas, lo supe porque amigos y familiares me dijeron que me habían contactado temprano y yo no les había respondido. Al parecer hubo un error en la sincronización. Solo sé que extrañé a varias personas, y no tenía manera de confirmar si me habían contactado, cómo iba a preguntar ¿me llamaste para felicitarme?, jajaja. Algunos quizás dieron por sentado que los dejé en visto y yo pensando que se olvidaron de mí. Lo bueno es que los amigos sinceros sí hicieron un segundo intento. Raro, pero últimamente las cosas no me salían tan bien como de costumbre, sabía que tenía que elevar mi energía.
Y como mi esposo es una persona tan especial, me alegró el día y la vida, mi corazón volvió a sonreír, recibí un balde de cariño. Salimos a realizar unas diligencias en la tarde, al regresar a la casa me encontré con una fiesta sorpresa, con amigos y gente querida, fue más que especial, y hasta hubo magia, literal. Un mago, Benjamín Eisenman, nos sorprendió con cada truco, hizo una conexión bonita con todos. Fue una noche divertida y alegre.
A la semana siguiente mi mamá enfermó de gravedad, y a pesar de un pronóstico negativo lo aposté todo a la vida, sabía que saldría adelante. La esperanza pudo más que la tristeza, me levantó y me dio impulso para continuar con el cumpleaños que le estaba organizando a mi esposo. Su cumple 50 fue un evento memorable, le llevé de sorpresa a su artista favorito, el maestro Omar Alfano, quien nos deleitó con sus canciones y anécdotas. Más que una fiesta fue una noche para animarnos y sonreír para apaciguar las ganas de llorar que nos acechaban. Necesitábamos ese abrazo de alegría de esos amigos que sabían los momentos difíciles que estábamos pasando y estuvieron ahí para acompañarnos y darnos ánimos. Se vive un día a la vez, hay cosas que simplemente no podemos cambiar, lo que sí está en nuestras manos es elegir que actitud tomar ante las adversidades, ¿o abrazamos la esperanza, o nos hundimos en la tristeza? Yo hice mi elección, y lo haría mil veces más, porque mi corazón hace mucho que fue secuestrado por la esperanza.
Dos días después de esa noche inolvidable, Dios nos volvió a mostrar su inmenso amor, despertándonos en la madrugada cuando un área de nuestra casa se incendió. La experiencia fue horrible, el susto, pánico, al sentirnos atrapados, había humo, y no encontrábamos la llave para abrir la puerta. Trabajamos en equipo para apagar el fuego, pero mi esposo y mi hijo fueron los héroes, no sé de dónde sacaron claridad y fuerzas, pero lo hicieron. Solo tuvimos pérdidas materiales.
Después que el fuego estaba controlado, lloré mucho, sabía que había sido mi culpa, había dejado una vela encendida, y puse en riesgo nuestras vidas, gracias a Dios todos estábamos a salvo. Nos abrazamos por un buen rato.
Después de un par de horas una calma se apoderó de todo mi ser, mi corazón estaba rebosante de agradecimiento, Dios y sus ángeles nos cuidan en la palma de sus manos.
Justo ese mismo día a mi mamá le hacían una traqueotomía para ayudarla a respirar mejor, mi casa era un caos, el humo había hecho estragos, pero en mi alma habitaba una paz inusual, miraba los escombros y ya no tenía miedo, ni preocupación, solo pensaba en el procedimiento de mi mamá deseando que estuviera bien. No tenía ganas de llorar, ni angustia, le pedí a Dios que se hiciera su santa voluntad.
Me levanté del sofá, puse la canción Canta el arcordeón canta de Sami y Sandra, y visualicé a mi madre bailando, como solía hacerlo en la sala de su casa, y mientras yo bailaba y cantaba empecé a limpiar la mía junto a mi hijo, y seguí agradeciendo esa nueva oportunidad de vida que nos regalaba Dios a todos.
Mi madre va muy bien, está en proceso de recuperación, tiene una fuerza y una voluntad admirable, está en casa rodeada de amor y cuidados, y estoy segura que pronto volverá a ser esa mujer activa y trabajadora que a sus 75 años tiene más energía que cualquiera.
Sin duda marzo fue un mes de emociones intensas, nostalgia, tristeza, alegría, incertidumbre, pero sobre todo esperanza.