En tren llegamos a la bella Florencia. De la estación caminamos cinco minutos hasta nuestro hospedaje, Hotel Porta Faenza. ¡Un lugar hermoso y encantador! El hotel estaba ubicado en el centro histórico. Entramos y fue como llegar a un pequeño museo, un viaje al pasado. La decoración nos llevó a otro tiempo con cada detalle, pinturas en el techo, las máquinas de escribir y las herramientas de épocas pasadas adornando cada espacio. Las habitaciones eran de sueño, decoración vintage, sin duda recomiendo este hotel con los ojos cerrados.
Almorzamos en el food court del Mercado Central, probamos exquisiteces en diferentes locales, mi lugar favorito fue, La Pasta Fresco, te preparaban la pasta al momento. Aprovechamos para comprar aceites balsámicos, pasta y crema de trufas.
Dimos una vuelta de reconocimiento y nos enamoramos de la ciudad. Con razón dicen que Florencia es un museo al aire libre. Además del arte expuesto en cada esquina, tiene algo especial, olores y sabores que evocan sentimientos. Es un lugar que te invita a disfrutarlo, es acogedor, cálido, con un toque hogareño y sencillo a los pies de su ostentosa arquitectura. Florencia es una de esas ciudades que me atrapó, tiene algo mágico, además de la belleza que la rodea, su esencia. Sientes ese abrazo de bienvenida que te llega al corazón.
Recorrimos las plazas con sus fuentes y monumentos, catedrales, la Iglesia Santa María Novella, Catedral Santa maría del Fiore, Ponte Vecchio, Palazzo Vecchio, la Fuente de Neptuno, y la columna de la abundancia, entre otros.
Al segundo día desayunos super rico en el hotel. Nuestro objetivo era visitar la obra maestra de Miguel Ángel. Así que nos fuimos a la Galeria de la academia a ver El David. Impresionante, imponente, perfecto. La genialidad del artista al transformar un bloque de piedra en una obra de arte. El David con su mirada certera, desafiante, a todos nos robó varios suspiros.
Caminamos, disfrutemos y vivimos Florencia en todas sus expresiones, fuimos a una exhibición digital, y hasta preparamos nuestra última cena en el apartamento, unos deliciosos cortes de carne, pasta y vino por supuesto.
Antes de salir para Roma, conocimos la farmacia más antigua de la ciudad, Farmacia de Santa María Novella, donde compré un elixir tipo digestivo. Debo decir que el lugar era bellísimo, y pasamos frente a un hotel que llevaba mi nombre, Minerva.
Por alguna razón no tenía expectativas altas con Roma, pero me sorprendió gratamente.
Viajamos en tren desde Florencia, una hora cuarentena minutos. Al llegar a la estación tomamos un metro hasta nuestro hospedaje, caminamos cinco minutos hasta el apartamento en Loft Farnese 2. Llegamos al atardecer, mucho sol y calor. Mi esposo y yo fuimos al supermercado por alimentos para el desayuno, frutas, yogurt, queso y salmón ahumado.
Al día siguiente nos levantemos temprano y fuimos por pan fresco, aprovechadnos para caminar y conocer los alrededores. Me pareció curioso ver a una señora en pijama que caminaba tranquila delante de nosotros, en algún momento la perdí de vista entre las calles estrechas que nos llevaron a la Plaza Navona, amplia, rodeada de restaurantes y cafés. Tres fuentes hermosas, las primeras fotos del día. Mientras buscaba las mejores tomas de la plaza, vi a la anciana sentada en una banca, relajada contemplando a los turistas tempraneros, sostenía un paquete de pan en las manos.
Después de desayunar en el apartamento salimos a conocer la ciudad eterna. El Panteón, Plaza Minerva, y a la más visitada, La Fuente de Trevi, estaba abarrotada, y el calor en su punto. Es inmensa, pensaba que era más pequeña. Comimos helado, pizza y más helado. Caminamos y caminamos, el sol candente, el calor sofocante y nosotros ignorándolo, felices disfrutando de cada rincón.
¡¡¡Conocimos El Coliseo!!! Como dice mi hijo, parece que viajamos en el tiempo, la imponente y gigantesca estructura nos hizo mirar hasta el cielo, increíble que tenga casi 2000 años ahí plantada. Es inevitable no imaginar las batallas, los gritos, la euforia de las historias ahí vividas.
Y de Roma volamos a la bella Amsterdam. Nuestro último destino en este viaje. Nos hospedamos en Eric Vókel Boutique Apartmens, excelente ubicación, cerca de la hermosa estación central.
Hacía varios años había visitado esta ciudad junto a mi esposo, y estaba tal cual la recordaba, solo que me pareció ver más bicicletas. Me tenían estresada, hay que estar pendiente y cruzar las calles con mucho cuidado, están por todos lados.
Habíamos decidido que esta ciudad por ser la última en visitar en este paseo lo tomaríamos con calma, caminaríamos y disfrutaríamos de cada rincón sin prisas, así lo hicimos.
Recorrimos la calle Damrak, paseamos por la Plaza Dam, visitamos el museo Believe or Not, pasamos por la Casa de Ana Frank, nos mecimos en unos columpios en un parque, bailé con mi hijo en por las calles de la ciudad, y comimos delicioso.