LOS TRES PILARES DEL AMOR
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Tengo la fortuna de contar con un grupo de amigas excepcionales al que llamamos Chicas Vitaminas. Nos reunimos ocasionalmente para compartir consejos sobre bienestar integral, disfrutar de nuestra compañía y apoyarnos mutuamente. Cada encuentro está lleno de alegría y buenas conversaciones, tanto que el tiempo parece volar y siempre deseamos prolongar esos momentos.
En nuestro último encuentro, celebrábamos un cumpleaños, y la conversación giró en torno a un tema que me apasiona profundamente: la importancia de vivir el presente de manera consciente, valorar cada instante y descubrir lo sagrado en lo cotidiano. Durante la charla, una amiga comentó que para sostener un estilo de vida así, es fundamental contar con el respaldo de una pareja que brinde seguridad económica, pues las preocupaciones financieras suelen impedir detenernos a disfrutar el momento. Coincido plenamente con ella, aunque, desde mi experiencia, agregaría que esta actitud ante la vida también depende en gran medida de nuestra personalidad y de la manera en que decidimos encarar cada jornada, independientemente de la pareja o las circunstancias que nos rodeen. Tal vez por haber crecido en el campo, desde pequeña he cultivado el hábito de detenerme a contemplar mi entorno, una cualidad que inspiró mi primera novela, “La niña con aroma a Jazmin”, y que se ha fortalecido a lo largo de los años, sin duda, gracias al amor y apoyo incondicional de mi esposo.
Al terminar la reunión, me quedé pensando en la riqueza de nuestras conversaciones y en la diversidad de visiones que compartimos. Siento una profunda admiración por cada una, en ellas descubro cualidades y virtudes que resplandecen desde lo más hondo de su ser, como si sus almas fueran transparentes. Esta reflexión me llevó a preguntarme cómo describiría a quienes estábamos reunidas esa mañana y, de paso, cómo podría retratarme a mí misma.
Este círculo, que considero mi grupo vitamina, está compuesto por mujeres hermosas, con virtudes únicas que enriquecen al grupo:
– La más caribeña, radiante y alegre, que lleva la música en el alma. Con su buena energía nos contagia a todas y nos saca sonrisas. Guarda en su corazón un profundo deseo de inspirar a los demás, especialmente a las mujeres.
– La dulce, y detallista, esa amiga que siempre tiene un gesto especial en cada ocasión sin importar la fecha. Sabe un poco de todo; solemos bromear que su día tiene más de 24 horas porque resulta un misterio cómo logra cumplir con tantas actividades y, además, destacar en un trabajo que exige entrega total. Su habilidad para multiplicar los recursos es admirable, irradia una bondad que es bálsamo para quienes la rodean.
– La pragmática, disciplinada y activa, dedicada a su bienestar físico y emocional, madre ejemplar que no descansa hasta alcanzar sus objetivos. Auténtica y generosa, deja que sus buenos sentimientos guíen sus acciones y los comparte con quienes le rodean, en especial con su hija.
– La más joven del grupo, cuya ternura y amor por las artes la convierten en un ser entrañable. Su dulzura es tal que basta con su presencia para transmitir calma y calidez.
– La madura y maternal, de alegría natural y una disposición para ofrecer palabras amables y alentadoras. Aunque no bebe alcohol, su copa siempre está preparada, lista para brindar y acompañarnos en cada celebración.
¿Y quién soy yo?
Contemplativa, creativa e intuitiva. Soy imperfecta, no todos los días aflora la dulzura que reside en mi corazón, como muchos podrían pensar. También tengo momentos de aspereza, aunque mi esencia sea completamente amorosa. No necesito demostrar nada a nadie, porque mi vida habla por mí misma. Acepto que aún tengo mucho que aprender y, lejos de considerarlo una debilidad, lo veo como mi mayor fortaleza. No busco superar a nadie más; mi único reto soy yo misma. Sin prisa ni apremios, mi objetivo es vivir intensamente y disfrutar cada día como si fuera el primero.
Crecí en medio de carencias materiales, pero mi mente y mi espíritu de forma inconsciente siempre se enfocaron en la abundancia. Soñaba con una vida cómoda y hermosa, no por ambición material, porque no la conocía, sino porque anhelaba un entorno lleno de belleza y armonía. Con el tiempo, esa niña que fui siguió soñando, y la vida, guiada por el amor divino, multiplicó mis deseos de maneras que jamás imaginé. Creo que fue porque surgieron de un alma noble, inocente y libre de pretensiones.
Hoy, en mi madurez, no busco impresionar a nadie. Me siento profundamente orgullosa de lo que soy y del impacto positivo que mi sabiduría innata ha tenido en mi vida familiar, en mi esposo y en mis hijos. He aprendido a abrazar mi singularidad, a no compararme con nadie y a respetar profundamente todo lo que me rodea. Agradezco infinitamente a Dios y a la vida por bendecirme con bienes materiales y espirituales que superan cualquier expectativa.
Me llena de alegría formar parte del grupo de Chicas Vitaminas, donde nuestras diferencias se convierten en riqueza y nuestras similitudes en conexión genuina. Como bien dice una amiga, compartimos los mismos desórdenes mentales, vibramos en una misma sintonía, creemos en la magia de las buenas energías, en la abundancia del corazón y en la belleza que la vida nos ofrece.
Gracias, gracias, gracias por estar y ser parte de mi vida.
Minnie