LA PROMESA
UNA VEZ MÁS, PARIS.
26 octubre, 2021
EN FRANCIA CON LOS NIÑOS
23 noviembre, 2021

LA PROMESA

No teníamos nada agendado para nuestro último día en Paris.  Solo caminar y recorrer algunas áreas de la ciudad. En este viaje no visitamos  museos. Pasamos por el complejo arquitectónico Los inválidos  donde está la Tumba de Napoleón, pero no  entramos. Decidimos disfrutar  la ciudad viva, respirar aire puro y deleitarnos con sus históricos e esculturales edificios.   Suelo decirle a mi esposo que prefiero el presente, aquí y ahora, en lugar de pasarme largas horas metidas entre cuatro paredes, salones y más salones llenos de historias y obras de arte. Él piensa igual, con esto no quiero decir que no disfrutemos del arte, también lo hacemos, pero en la justa medida. Este era un viaje nuestro, para disfrutarnos y disfrutar de cada rincón vivo y  actual de esta ciudad que ya conocemos y que  tanto nos gusta.

Nuestra primera parada fue en Café de Flore,  famoso por ser un centro de reunión  de artistas, historiadores y escritores.  Los individuales para la mesa me trasladaron a otra época, de letras, versos y poemas. Quise llevarme uno de recuerdo, el mesero muy amable, nos regaló dos para llevar. Los pondría en un marco y los ubicaría en mi isla, (así lo hice) el área donde escribo y la inspiración fluye.

Salimos del café y continuamos nuestro recorrido. Llegamos a Pont des Art, más bien conocido por muchos como el puente del amor. Recordamos que una ocasión, hacía años, habíamos dejado un candado con nuestras iniciales como símbolo de nuestro amor.  Ya no estaba permitido, y no pensábamos hacerlo. Y sin planearlo, nos tomamos de la mano  y con el Río Sena de testigo, agradecimos e hicimos la promesa de seguir amándonos como los primeros días. Debe ser la vibra del amor de tantos enamorados que como un imán nos atrae, y nos lleva a expresar en ese lugar nuestros deseos y sentimientos más profundos.

Le mandé la foto de nuestras manos unidas a mi querida amiga Caro que vive en Francia, a quién  no logré ver  porque después de haber planeado nuestro encuentro, y con mucha ilusión de volvernos a reunir después de varios años, el destino por segunda vez no lo permitió.  La primera vez fue hace tres años en un viaje que hicimos junto a nuestros hijos, el impedimento,  cayó una intensa nevada en Francia y se cerraron algunas carreteras,  algo histórico. Y en esta ocasión, mi amiga se enfermó y se sentía muy mal, así que tuvimos que cancelar el encuentro. Me alegró saber al final que no fue nada serio gracias a Dios.

El tema es que le mandé la foto, la imagen de nuestras manos entrelazadas sobre el Sena, y su bello corazón  vio la obra de arte,  cito sus palabras.

“Esa foto , la de las manos frente al Sena es muy simbólica ! El río que fluye , la vida que pasa y vuestro amor eterno …”

Sus palabras me llegaron hasta el alma, porque es justo lo que representa nuestra historia, nuestra promesa, en eso confiamos con el favor de Dios.

Mi amiga es una bella  persona, un ser lleno de luz, esas amistades que sin importar el tiempo y la distancia se quedan en nuestros corazones para siempre. Me está obligando a regresar a París más pronto de lo que pensaba porque nos debemos un gran abrazo. (Al leer este párrafo aún no me creo que en dos días regresaremos a Paris, pero esa es otra historia, que pronto les contaré)

Seguimos nuestro recorrido y pasamos por el Museo del Louvre, que ya conocemos en parte, y continuamos hasta llegar a los Jardines de  Tuileries.  Flores  hermosas y coloridas adornaban el área, el cielo azul y el frío delicioso nos acompañaban. Buscamos una mesa en el parque y nos tomamos un café y unos crepes. ¡Qué delicia, qué momento!

Y así continuamos saboreando y disfrutando de un Paris lleno de historia y vida. Regresamos al hotel, arreglamos nuestras maletas y descansamos un rato.

En la noche salimos a cenar a Le Bosquet, un restaurante agradable, donde por primera vez comimos  escargot, caracoles. Lo pedimos para probar por recomendación de una amiga. El mesero nos trajo el plato y unas pinzas. No tuvimos reserva en pedir ayuda, y comentar que era nuestra primera vez. El joven muy amable nos mostró cómo sostener el caracol con la pinza, luego con un tenedor sacar la carne, la pulpa y ponerlo sobre un trozo de pan, para después rociarlo con los jugos que salían del caparazón del caracol. El sabor es poco fuerte, pero nos gustó.  ¡Una experiencia deliciosa!

Hicimos chiste, y nos reímos a carcajadas con solo imaginar el caracol escurridizo volando sobre las mesas. Nada glamuroso, por suerte no sucedió.

2 Comments

  1. Gaby Ollarves dice:

    Tus historias ami son ejemplo de gratitud y amor, gracias por compartirlas, me parece verte en cada relato ❤ Te Quiero y Extraño, un abrazo fuerte a los cuatro 🤗

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.