Teníamos todo coordinado para pasar fiestas patrias en Italia con los niños. Una semana antes del viaje mi esposo se percató que los panameños debían hacer cuarentena de diez días al entrar a ese país. Justo los días de nuestro viaje, así que no tenía ningún sentido continuar con ese plan.
Mi esposo estaba agobiado tratando de cambiar vuelos, destinos, yo lo veía enredado, fueron unos días bastante estresantes para él. Al principio no quise decir, ni sugerir nada. Pasaban los días y aún no teníamos nada claro, reprogramar vuelos salía casi el doble de lo que habíamos pagado inicialmente. Traté de apoyarlo y animarlo, siempre he pensando que los planes de Dios son perfectos y sin duda mucho mejores que los nuestros. Y cuando nos detiene, es por algo, y la mayoría de las veces nos espera lo mejor.
Finalmente logró cambiar todo, la aerolínea KLM se portó bien, siempre estuvo dispuesta a colaborar, y sí tuvimos que realizar pagos adicionales, pero lo importante fue que resolvimos.
Fue así como después de tener menos de quince días de haber regresado mi esposo y yo de Paris, por cosas de Dios, el 30 de octubre de 2021 volábamos nuevamente hacia ese destino, pero esta vez con los niños, y ahí empezó nuestro viaje, unas vacaciones inolvidables en familia.
Solo pasaríamos un día y medio en París, el plan disfrutar caminar, comer y pasear con los niños por esta bella ciudad que ya conocen y que les gusta mucho.
Nos hospedamos en Apartments du Louvre-Le Marais, cómodo y acogedor, perfecto en plan familiar, además tiene una excelente ubicación.
Nuestro día empezó con un paseo por los Jardines de Luxemburgo, nos sentamos un rato a tomar un poco de sol, los niños aprovecharon para jugar piedra papel o tijera, mientras las gaviotas nos sobrevolaban y a pesar del sol, el frio empezó a arreciar.
Estuvimos recorriendo la ciudad, preferimos caminar en lugar de tomar el metro. Tuvimos que hacer varias paradas pues una lluvia intermitente nos acompañó por varias horas.
Los colores del otoño lucían su máxima intensidad y los tonos marrones y dorados vestían casi a todos los árboles.
Nos dirigimos hacia la Torre Eiffel. El sol salía por ratos, la lluvia no desistía. Mencioné que el día se prestaba para regalarnos un arcoíris.
Llegamos a la torre, la lluvia había menguado. El día aun nublado, el sol intentaba salir tímidamente. Empezamos a tomar un par de fotos, de pronto mi hijo divisó el arcoíris. Miré al cielo y lo vi. El día perfecto me dije. Mi corazón empezó a latir cada vez más fuerte al ver la majestuosidad en la que se estaba transformando, se tornaba intenso, un arco de colores, en unos minutos se duplicó.
Nunca había visto un arcoíris doble y tan radiante, la emoción me ganó hasta las lágrimas al ver semejante espectáculo, la torre imponente, el arcoíris, la llovizna y mi bella familia sonriente, felices. Di gracias a Dios desde lo profundo de mi alma. Este sentimiento no era este mundo, mi conexión con lo divino fue total en ese momento.
De regreso a nuestro apartamento caminamos a orillas del Río Sena, el atardecer estaba precioso, tonos naranjas y rosados se tomaron el cielo. Hacía bastante frio, aun así, los chicos hicieron una parada para jugar en un área con obstáculos en una de las murallas cercanas a un puente.
De Paris tomamos un tren, dos horas, a la región de Alsacia, primera parada, Estrasburgo. Compramos los billetes el mismo día, así que nuestros puestos estaban separados. Yo iba con los niños en un vagón y mi esposo en otro. Después que los ubiqué en sus puestos, encontré el mío. Buena señal, pensé al ver que un señor con aspecto de maestro sería mi compañero de viaje, tenía un libro en su mesita, después de un rato sacó un escrito que empezó a corregir, era poesía, Littlle cabain on the hill alcancé a leer. Traté de reojo de leer un par de versos, todo estaba en inglés.
El paisaje en este recorrido era precioso, casitas pintorescas, vacas pastando, explanadas con campos verdes, pero en su mayoría marrones, después de entregar sus frutos. La cosecha había pasado y desnudos se preparaban para recibir el embate del invierno.
Llegamos a Estrasburgo pasado el mediodía. De la estación de tren caminamos menos de siete minutos con nuestras maletas hasta nuestro lugar de hospedaje LIFE RENAISSANCE ubicado frente a la Plaza Kleber. En ese momento se encontraban armando el árbol natural de navidad, con la ayuda de una grúa le iban instalando las enormes ramas. Era inmenso. Me lo imaginé decorado con sus luces encendidas, precioso.
Esta ciudad es de cuentos, un estilo medieval en la mayoría de sus edificaciones y modernas tiendas de marcas exclusivas. Mucho movimiento y actividad.
Almorzamos en un restaurante ubicado en la Pequeña Francia, luego caminamos por sus calles hasta llegar a los puentes cubiertos. Conocimos diferentes plazas, entre ella la Plaza Gutenberg.
Recorrimos el centro histórico y visitamos la imponente Catedral Notre Dame, donde vimos el precioso reloj astronómico, la charla con la explicación de sus detalles y construcción es interesante, pero un poco larga.
Solo pasamos un día en esta histórica y moderna ciudad, las personas encargadas del apartamento fueron extremadamente amables. La señora que nos despidió prácticamente sacó nuestras maletas y no permitía que la ayudáramos. Mi hijo dijo que su amabilidad era excesiva, no había conocido a nadie tan dispuesto y servicial.
Mientras esperábamos por el transporte que nos llevaría a la estación de tren para conectar con nuestro siguiente destino, Colmar, me distraje observando a las personas a mi alrededor y en sus rostros y expresiones veía a la vida misma. Un grupo de niños que junto a sus maestras cruzaban la calle, alegría pura. Un pordiosero me miró y me regaló una sonrisa, todos tenemos algo que dar. Una chica joven fumaba y expulsaba humo como un dragón, inconciencia pura. Todo sucede a la vez pensé.
Media hora en tren y ya estábamos en Colmar. Quisimos hacer lo mismo que en Estrasburgo, caminar de la estación a nuestro hospedaje con las maletas, no fue muy buena idea. Al principio todo bien, al acercarnos a nuestro apartamento no era nada agradable ni cómodo arrastrar nuestras maletas por las calles adoquinadas y llenas de gente. Finalmente llegamos y nos instalamos en Les Appartements de Home Petite Venise, cómodo, bonito, y una ubicación estratégica para recorrer y conocer la ciudad.
Si Estrasburgo me parecía un lugar de cuentos, Colmar realmente lo era, casas y edificaciones antiguas estilo gótico, más bien estilo cuento de hadas. Es un pueblo tranquilo, la gente se va a dormir temprano, al igual que muchos restaurantes. Este es un sitio que invita a la calma y a disfrutar cada rincón y cada espacio. Huele a dulces y a pan recién horneado por todos lados.
En el área de la Pequeña Venecia se pueden ver a los turistas observando las hermosas casitas coloridas y pintorescas, paseando en embarcaciones pequeñas planas y hasta vimos un área donde los enamorados dejan candados con promesas de amor.
En esta ciudad nos quedamos dos días, punto estratégico para conocer otros pueblos y castillos.
Al día siguiente visitamos el Castillo Haut-koenigsbourg, considerado uno de los más importantes de la región. Está ubicado en la cima de la montaña. Los colores radiantes e intensos de los árboles en esta época de otoño hacían un contraste hermoso con las paredes rojizas de sus murallas. Hicimos el recorrido por nuestra cuenta, nos tomó una hora. Nos resultó muy fácil llegar, tomamos un tren en la estación de Colmar, si bien recuerdo solo una parada, y luego tomar un bus que nos llevó directamente a la entrada del castillo.
Nos queda una anécdota graciosa en este lugar con un pequeño al que cariñosamente le pusimos Catarrin, niño hermoso que visitaba el castillo junto a su familia.
También pudimos visitar Esguisehim, un pueblo pequeño y encantador. Calles estrechas con hermosas casitas y muchas flores.
En el 2013 fue galardonado con el premio “Villa favorita de Francia” por considerarse uno de los más bonitos. Al igual que de Colmar, se dice que fue inspiración para la creación del pueblo de la Bella y la Bestia.
Esta fue una visita de dos horas, fuimos y regresamos en taxi con un señor super amable.
El recorrido por la región de Alsacia fue mágico. Realmente nos sentíamos los personajes de un cuento, cada lugar nos parecía más hermoso y encantador que el anterior. Sin duda es una experiencia que recomiendo y que repetiría con los ojos cerrados, quizá en otra estación para conocer sus otros matices.
Felices y agradecidos nos despedimos de Francia, listos para nuestro siguiente destino, Suiza.