Estaba en mi cuarto escribiendo, el día estaba nublado y yo inspirada guardaba en mi diario los recuerdos sobre nuestra nochebuena, que por cierto fue más que especial. De pronto entró mi esposo, que estaba leyendo en la terraza, tomó una toalla del baño, me sonrío y me dijo: ya empezó a llover, voy mojarme bajo la lluvia. Lo miré asombrada y le dije, voy contigo. Es como si me hubiesen inyectado adrenalina. ¡Amo la lluvia! Dejé mi libreta en la cama, también busqué una toalla y salí corriendo detrás de él, en pijama.
Mi esposo sacó una silla y se sentó relajado, en minutos quedó empapado. ¡Tenía una cara de felicidad! Yo, extendí mis brazos y miré al cielo, sentía que cada gota que caía era una bendición que Dios nos regalaba, así que en mi mente les iba dando un nombre, alegría, unión, prosperidad, esperanza, amor, humildad, fe, buena salud, etc. Estaba tan feliz y agradecida. Hacía mucho tiempo que no me mojaba en la lluvia, mis pies saltaban, en mi corazón despertó la niña, recordé esos momentos cuando jugaba con mis hermanas y descalzas íbamos de charco en charco en pleno aguacero.
Bailé y canté bajo la lluvia, me acosté en el piso boca arriba sentía como las gotas caían en mi cara, no paraban, al principio eran como dulces y tiernos besitos, luego empezaron a golpearme fuerte, ya parecían más bien mordisquitos. Me levanté y seguí saltando, corriendo de un lado a otro. Mi esposo no paraba de reírse. Me sentía bien, ligera, la verdad me sentía simplemente feliz.
A esto se refieren cuando dicen que lo mejor de la vida es gratis, momentos espontáneos como estos que nos regala la naturaleza, no cuestan nada, solo nuestra atención, contemplación y disposición. A pesar que compartimos mucho como familia y pareja, nos preguntamos, por qué no hacemos más a menudo cosas como éstas, divertidas y sencillas que nos llenan de alegría y nos sacan de la rutina. Seguramente porque estamos ocupados, o porque pensamos que son cosas de niños. No olvidemos que llevamos un niño en nuestro interior.
Este fue un buen día, muy especial, nos recordó que las cosas buenas están ahí a nuestro alcance, y muchas veces son gratis. Solo debemos tomarlas y disfrutarlas. A la hora que estoy escribiendo esta anécdota estoy en la misma terraza donde hace unas horas llovía abundantemente, ya es de noche, el cielo está despejado y la luna está casi llena, hermosa, rodeada de estrellas. Otro regalo de nuestro creador, solo puedo decir gracias Dios por tus bendiciones.
Llenemos nuestros corazones de esperanza, pues a pesar del caos que hay afuera, estoy segura que todos tenemos tanto que agradecer. Abramos nuestras mentes para apreciar la belleza que Dios nos muestra en todas partes, y que la confianza y la fe se conviertan en un estilo de vida más que una devoción. Tengamos presente que lo mejor está por venir para los que esperamos y confiamos en la divina voluntad de nuestro Dios.
Minnie