Y llegó diciembre, un mes especial y seguimos en medio de una pandemia que lo cambió todo en muchos sentidos. No me refiero solo al uso de mascarillas, distanciamiento, o el no poder abrazar a los seres queridos que no viven con nosotros, me refiero a cambios más profundos, como, estar más conscientes y presentes en nuestras propias vidas, valorar y apreciar lo bendecido que somos al gozar de buena salud, y a agradecer más y quejarnos menos. ¿Les suena la frase? “cuando éramos felices y no lo sabíamos” pues es el momento de tenerla presente en las celebraciones que se avecinan.
La celebración de la navidad, es una de mis favoritas, no por los regalos y las compras, esa parte realmente con el paso de los años ha ido perdiendo su encanto al menos para mí, en lugar de agradarme, me entristece un poco. Salía a buscar algún obsequio para mis amistades o familiares, y cuando llegaba a las tiendas me sentía abrumada al encontrar tantas ofertas, filas, demasiada gente por todos lados caminando apresurada. Había mucha algarabía, y algunas personas lucían muy estresadas. Escuchaba y veía de todo, como, por ejemplo, personas llevando 5 artículos del mismo producto, con una lista en la mano, marcando o tachando, diciendo ya salí de estas personas, ya me falta menos. Comprar para aprovechar la oferta y salir del compromiso.
¿Porqué no lograba percibir aquel ambiente de armonía y paz en las calles? Ni ese olor a manzana fresca que de niña me anunciaba que se acercaba la navidad, el nacimiento del niño Jesús en un humilde pesebre.
Lastimosamente para muchos la navidad se había convertido en, ¿Qué me voy a poner?, ¿Qué menú escogeré para la cena?, los regalos, la decoración, y entre tantos detalles olvidamos su verdadero sentido, el nacimiento de Jesús en nuestro corazón y darle posada para siempre en él para que nos permita sentir su presencia a diario. Hoy Dios nos está pidiendo hacer un alto, un observar al otro más allá de lo banal, a sentir más allá de piel, a demostrar lo que es amor con obras, comportamiento y acciones.
Es lindo recibir y dar regalos, intercambios, un momento especial para compartir con seres queridos y con amistades, pero ésta es solo una parte de la Navidad, la que podemos ver con nuestros ojos. Sin duda este año muchos extrañaremos esos momentos, pero en lugar de sentir nostalgia disfrutemos de la compañía más cercana, nuestra familia, los seres que más nos aman y amamos.
La verdadera Navidad es más hermosa y plena, es una dulce espera, un nacimiento, una nueva oportunidad de renovar nuestra fe desde lo más profundo del alma. Prepararnos para darle el mejor pesebre a Jesús, un corazón humilde y sencillo, dispuesto a amar al prójimo como a nosotros mismo. Es un tiempo que nos invita a enmendar nuestros errores y a mirar el futuro llenos de esperanza. Es tiempo de adviento, de unión familiar. Es un momento especial en que tomados de la mano debemos destinar un tiempo para orar y agradecer a Dios y a su madre por las bendiciones recibidas.
En nuestro hogar mi hija y yo hicimos nuestra corona de adviento, y junto a mi esposo y mi hijo nos reunimos el primer domingo para bendecirla, encender la primera vela, agradecer y pedir bendición para nuestra familia. El segundo domingo, encendimos la vela de la esperanza e hicimos las demás oraciones. Los invito a hacer lo mismo, si aún no lo han hecho, familia que reza unida, permanece unida.
Sin duda esta Navidad será especial y diferente, un recogimiento en nuestro núcleo familiar, agradecidos y bendecidos con el favor de Dios.
Minnie