“A María ya la conocemos: silenciosa como la paz, atenta como un vigía, abierta como una madre” ¡Estas virtudes son solo un detalle! Cuando leí El silencio de María del padre Ignacio Larrañaga quedé eclipsada y admirada por la grandeza, disposición, discreción, humildad y fortaleza de la madre. No sabemos mucho de su vida, más que fue la elegida de Dios para encarnarse en su vientre. Su presencia en las escrituras es silenciosa, pero, aun así, protagónica a mi parecer. El autor realizó muchas investigaciones, y estudios de algunos Evangelios (Lucas, Hechos de los Apóstoles) para conocer de cerca su lado humano y espiritual.
En la Anunciación, ante el mensaje del Ángel Gabriel, “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella respondió, “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra” Esto revela una personalidad decidida, a pesar de su juventud, no dudó ni un instante. María en todo momento demostró ser una mujer con un alma noble dispuesta a aceptar la voluntad de Dios. Su vida humana al igual que la nuestra, estuvo llena de sobresaltos, confusión, perplejidad, sorpresas, miedo, y fatiga…, pero ella confiaba plenamente en el amor de Dios. No era una mujer dramática, sino la más centrada de todas. Guardaba sus emociones en silencio en lo profundo de su corazón.
¡Mujer ejemplar! Divina en todos los sentidos, humilde, paciente y sencilla. Madre amorosa, en el silencio pasó la mayor parte de su vida en esta tierra. Sumisa y dócil solo ante Dios, más no pasiva, al contrario, la más activa y hacedora de todas como lo relata las escrituras en diferentes pasajes.
¡Servicial y dispuesta! Al enterarse del embarazo de su prima Isabel, con alegría e inspirada por el Espíritu Santo se levantó, y emprendió su viaje. Nada la detuvo, ni el largo camino, su prima estaba en edad avanzada y necesitaba ayuda. Además, María tenía que difundir la buena nueva, ella también estaba en la dulce espera. ¡Y qué espera!
¡Silenciosa y discreta! Cuando nace su bebé, y es visitado por los magos que llegaron diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. “María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón”
¡Obediente! Según la Ley, cuando fue el tiempo, llevó a su hijo para consagrarle en el templo, cumpliendo con las tradiciones de su tiempo y de su pueblo. ¡Conocía las leyes y las cumplía!
¡Maternal! Jesús se “pierde” y ella se percata, de inmediato regresa junto a su esposo a buscarlo. Al encontrarlo, lo cuestiona, (ella, no su padre) vemos a una madre con autoridad que preocupada por su hijo lo cuestiona. Le pide una explicación porque ambos padres estaban angustiados por él.
¡Proactiva! Cuando el vino hizo falta en las bodas de Caná, buscó a su hijo y le informó, quería colaborar con los anfitriones. No se quedó callada, no exigió, simplemente sabía que a la petición de una madre un hijo sabría responder y solucionar. Eso nos indica cuanto conocía a su hijo amado. Fue ella la gestora de este primer gran milagro donde Jesús convirtió el agua en vino.
¡Amorosa y Resignada! Al encontrarse con su hijo camino al monte del calvario, sus miradas se cruzaron, cómo también todo el amor del uno por otro. Sufrieron juntos, una espada atravesó su corazón de madre en ese momento.
¡Consoladora! Al pie de la cruz vuelve a dar un sí, esta vez a su hijo, Dios mismo, a pesar de su dolor acepta convertirse en la madre del discípulo Juan y la de todos nosotros.
¡Valiente y Fiel! Después de la muerte de Jesús la Virgen María se mantuvo en oración junto a los discípulos a pesar de las persecuciones. “Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hechos de los Apóstoles: 1, 12-14)
¡Madre Celestial! Madre protectora de la humanidad, “la mujer vestida sol, con la luna bajo sus pies y una corona de 12 estrellas sobre su cabeza” Ap:12,1.
¡Como no amar, admirar y venerar a este ser lleno de virtudes, la Virgen María, nuestra madre celestial!
¡Cuánto nos cuesta hacer silencio en esta vida tan ruidosa! Enséñanos Madre mía a ser más parecidos a ti cada día. “Envuélvenos en el manto de tu silencio, y comunícanos la fortaleza de tu Fe, y la altura de tu esperanza y la profundidad de tu Amor”
Minnie