Alguna vez he comentado que años atrás no me sentía muy cómoda en los aviones. Unos días antes del viaje sentía algo de inquietud. Ahora simplemente entro a esa ave de metal, la bendigo en nombre de Dios y la virgen María, y les pido que nos lleve seguros, serenos, sanos y salvo a nuestro destino, y con su favor siempre es así. Mis temores se han alejado, es más siento un placer inmenso al ver cuando nos elevamos, cómo se va quedando atrás cada pedazo de tierra firme. Amo ver el mar desde las alturas. Entrar en las nubes, es como si visitara la casa de Dios, me siento plena, confiada y segura.
El 13 de septiembre de 2014 cuando viajaba con mi familia a Ohio a visitar a unos familiares, una señora se sentó a mi lado, la noté un tanto nerviosa. Minutos después supe que sentía pánico a volar. Estaba muy ansiosa, y aún el avión no se había movido. Cuando éste finalmente empezó a avanzar, ella no pudo evitar expresar su terror. Se aferró con fuerza a la silla, su mano temblaba. Yo la miraba de reojo, y pude ver que unas lágrimas corrían por sus mejillas. A pesar de que a mi lado izquierdo iba mi hija de 5 años, yo estaba concentrada y angustiada por la señora. Mi hija estaba feliz y relajada jugando con sus muñecos.
Cuando el avión aceleró para el despegue, tomé la mano de la señora y se la apreté fuerte. Empecé a hablarle, a tratar de tranquilizarla, a pedirle que respirara profundo que muy pronto estaríamos arriba. Ella puso su otra mano sobre la mía en señal de agradecimiento y lentamente se fue calmando. Me agradeció con lágrimas todo mi apoyo, me sentí muy bien.
Saqué de mi cartera un librito, El que confía en Dios prosperará y le pedí que leyera el salmo que ahí citaban:
“Como ciervo sediento en busca de un río, así Dios mío, te busco a ti. Dios tú eres mi refugio y mi fuerza; mi ayuda en momentos de angustia por eso hoy clamo a ti Todopoderoso porque tú eres grande y digno de toda alabanza”
Ella leyó y anotó el salmo, pues deseaba orar con su familia cuando llegara a Houston.
El momento de mi gran bendición estaba por llegar, la señora me dijo que deseaba darme un testimonio de fe. La certeza de que Dios nunca nos abandona y siempre escucha nuestras oraciones. Antes de subir a ese avión, ella le había pedido que sentara a su lado a una buena persona, que le diera apoyo, para no sentirse sola. Algunas personas en otros viajes la ignoraban, o la veían de mala manera, pero ella no podía esconder el miedo que sentía, sobre todo al momento de despegar, a pesar de que debía hacerlo con bastante frecuencia para visitar a su hija y nietos. Para muchos era desagradable estar cerca de alguien así, pero hoy Dios la había escuchado y me había puesto a su lado, me dijo. Nunca me sentí tan feliz en mi vida, bendecida, y agradecida, sus palabras me llenaron de emoción.
En mi mente me decía, Dios sabe quién soy, me ama, cree que soy una buena persona, que puedo transmitir luz y bendición a los demás. Había muchísimos pasajeros en ese avión y él me escogió a mí, gracias padre celestial.
Soy su hija amada, creada a su imagen y semejanza, bendecida infinitamente.
Soy alegría, soy amor, y lo mejor de todo es que yo le creo.
Amén.