No había estrellas esa noche, y el cielo brillaba intensamente.
¿De dónde venía su luz?
¿La luna? No, estaba tímida, a penas se podía ver escondida detrás de un manto de nubes grises.
¿De dónde venía su luz?
Era nuestro amor, fuerte, incandescente, capaz de iluminar no solo el cielo que nos cubría,
nuestro amor era tan grande e infinito que iluminaba el universo entero así ni una sola estrella apareciera en el firmamento.
Nuestra noche iluminada, nuestro cielo encendido, era el reflejo de nuestro amor.