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LA MITAD DEL AÑO

Había abrigado la esperanza que para este mes de julio los niveles de contagios hubiesen bajado o por lo menos controlado, pero no ha sido así.  En nuestro país los casos van en aumento, día tras día fallecen de 20 a 30 personas y los casos son más de mil a diario. Cada vez más escuchamos de conocidos o amigos que han perdido la batalla ante el virus.

Lo más triste de todo esto, si puede ser más, es la división y la falta de tolerancia que mantiene a muchos enfrentados. Cada persona está viendo su interés personal y no es por juzgar ni criticar a nadie, pues no hay de otra si tenemos necesidades distintas, por lo tanto, las soluciones y nuestras opiniones serán distintas. Lo que no debe ser distinto es nuestro sentido de solidaridad y empatía. Es innegable, por nuestra economía informal, que existe un grupo que tiene que salir a la calle a buscar su alimento diario y el de su familia, porque ya lo hacía antes de la pandemia. Otros que han sido suspendidos de sus empleos o sus propios negocios están parados, así que están reinventándose para seguir adelante, y tienen que salir.  Estoy segura que los de estos grupos son los que menos se quejan.  Y está el de lo más ruidosos y críticos, pues ninguna medida les parece buena, estos son  los que ya no  aguantan el encierro, estoy hablando de algunos que a pesar que tener sus neveras llenas y comodidades en casa, están aburridos, hartos, con deseos de socializar, compartir y continuar con su vida “normal”.

 

Al final todos quisiéramos tener esa bendita libertad y normalidad, pero todavía no podemos porque no todos están preparados, ni son conscientes del peligro que nos acecha. El virus oculto,  esperando que cometamos un simple y fatal error como: no guardar distancia, olvidar lavarnos las manos, no usar la mascarilla porque es incómodo y además sentimos que nos asfixia, o reunirnos con otras personas porque las conocemos, somos amigos, familia, (que no viven con nosotros) pero, son buenos, limpios, cuidados, y sobre todo nos quieren. Así que allá van los abrazos y los besos.  A estas alturas, ¿en serio piensan que el virus concede o lo detiene este tipo distinción? ¡Absurdo!  

 

Y si a este escenario le sumamos la poca o nula conciencia de muchos que piensan que este encierro es ilegal, y como sea consiguen salvoconductos y se movilizan a donde les parece, “para despejarse”, y rompen su burbuja propagando los contagios. Si continuamos así el virus seguirá haciendo fiesta, pero de muertos. Recuerden que solo necesitamos un detallito para levantar la economía, abrir nuestros negocios, actividades, y hasta para empezar desde cero si fuera necesario, ese detallito es estar VIVOS.

 

 

Parece que no se han enterado que no somos los únicos, el mundo entero anda igual, y los que piensan lo contrario, es porque no se actualizan, no leen, ni ven noticias. Y los que nos llevan la delantera ya pusieron sus muertos, y aprendieron que al virus, por el momento,  solo lo detenemos nosotros mismos. Tenemos una gran responsabilidad de protegernos y proteger a los seres que amamos. Y debemos demostrar con nuestro comportamiento que estamos listos como individuo y sociedad para salir a la calle respetando las normas de prevención básicas. La mascarilla sí funciona,  ya existen estudios que lo demuestran, lo que no funciona es nuestro cerebro, pues no logra entender que usarla podría salvarnos la vida y también la economía.  Así que el problema no es que la mascarilla no sirva, es que la gente no la utiliza correctamente, o lo que es peor se niega a utilizarla.

 

Por otro lado, el gobierno con sus decisiones políticas y totalmente desacertadas solo ha empeorado la situación.  Al principio de la pandemia el presidente salía muy motivado a animar al pueblo panameño diciendo que estábamos en una guerra y que la íbamos a ganar, pero pasaron las semanas, aumentaron los caídos, las provisiones no llegaron a todos, y con razón,  el pueblo se fue molestando he indignando cada vez más.  Muchos no solo debían ir al frente de batalla desarmados, sino que además debían lidiar y aguantar la corrupción.

 

Dios nos guarde y nos proteja a todos. Sin duda esta es una enseñanza y un llamado del altísimo al mundo entero para que aprendamos a ser obedientes, pacientes, a cuidarnos y a cuidar a nuestro prójimo (conocidos o desconocidos) es la mejor manera de demostrar nuestro amor y solidaridad.

 

Minnie Flores

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