Nunca tuve dudas. Con fe y esperanza sabía que lo lograrías. ¡Y no me equivoqué! Nos dejas una gran lección querido primo Robertito. Tu entereza, tu positivismo y tu gran sonrisa a pesar del dolor que pudieras sentir, es una muestra de tu gran y última victoria en este mundo. Al finalizar el año 2015, publicaste en tu facebook que había sido el mejor año de tu vida y que estabas agradecido por todas las bendiciones en tu vida. Admiré tu gran corazón. Ese fue justo el año en qué regresó tu enfermedad y empezaste un largo calvario de dolor, cirugías y tratamientos. Nunca te quejaste, ni reclamaste nada a nuestro creador, al contrario, tu fe se fortaleció aún más.
La última vez que te vi, te comenté que para mi era casi imposible conectarme con las tristezas. Y mucho menos ante una persona como tú. Siempre te pensaba feliz y sano. Viajando, sonriendo, disfrutando de la vida. Celebrando la vida. Así te seguiré pensando y recordando. Siempre sonriente.
Cuando la mayoría lloraba y se angustiaba por tu inminente partida, tu seguías luchando y yo seguía creyendo que vencerías. Y efectivamente cada vez retoñaban más fuertes y hermosas tus esperanzas. Quién era yo, nosotros, para rociar con tristeza tus deseos, tu gran amor por la vida. Yo me sumaba a tu positivismo, a tu buen ánimo. Sé que te fuiste, tranquilo y sereno en los brazos de mi querida prima. Escuchando y cantando canciones del señor. El te dio la paz y serenidad que necesitabas en tu último viaje, directo al paraíso. Era tu momento.