Nuestro viaje por Suiza fue increíble, me atrevería a decir que fue mágico, recorrimos tres encantadoras ciudades.
Después de recorrer la región de Alsacia en Francia, desde Colmar, debíamos abordar el tren hasta Berna, Suiza, nuestro siguiente destino. Al llegar a la estación nos percatamos que nuestro viaje había sido cancelado. Después de averiguar nos indicaron que tomáramos el siguiente tren, así lo hicimos. Bajamos en la estación de Basilea y tuvimos que comprar otro ticket hasta Berna habiendo pagado previamente el tramo completo. Lo importante fue que resolvimos, pero no fueron nada amables en la estación de Basilea. Se suponía que en Colmar debieron darnos unos tickets para que pudiéramos reclamar, pero no fue así, solo nos dieron un papelito con un número escrito a mano, y al final eso no nos sirvió para nada. Lo bueno fue que a que a pesar de este retraso llegamos al medio día, y pudimos conocer la ciudad.
Estábamos hospedados en el centro de la ciudad, así que empezamos a conocer. Nuestra primera parada fue Rathausplatz, la plaza donde se sitúa el Ayuntamiento (Rathaus) un edificio que llamó mi atención por su estructura, al igual que la iglesia de San Peter. Al principio no tenía idea de qué iglesia era, tomé una foto y busqué en Google y listo, ahí estaba la respuesta. Me encanta esta opción, es como pasear con un guía.
Llegamos a la Catedral de Berna, desde ahí se podía ver el portal principal, dedicado al Juicio Final. También vimos la Torre del Reloj, según leímos es el monumento más famoso del casco antiguo, antiguamente formaba parte de la puerta occidental de la ciudad.
Continuamos por Marktgasse que es la calle más famosa de Berna, llena de portales y muchísimas fuentes. A ambos lados de las calles encontrábamos locales situados a lo largo de los pasillos debajo de los arcos, también hay muchos comercios subterráneos.
Nos detuvimos a observar el edificio donde se encuentra la Casa de Einsten y tomamos un par de fotos, no entramos pues deseábamos seguir caminando y conociendo.
Estábamos muy entusiasmados, llegamos al final de la calle y nos encontramos con un puente, desde ahí subimos hasta Rosengarden, un jardín situado en lo alto de una colina. Yo quería subir y los niños no estaban muy entusiasmados al igual que mi esposo, logré convencerlos y sin duda valió la pena. La vista de la ciudad era preciosa, los árboles con sus tonos marrones intensos, rojizos y amarillos reflejando los rayos del sol, lucía mágico. El atardecer nos deleitó con una gama de tonos rosados; dorados y naranjas sobre el lienzo del cielo azul. El río reflejaba la belleza de la ciudad que se disponía a apagar su luz, se hacía de noche.
Nos tomamos varias fotos en la banca donde tienen una estatua de Einten sentado.
Bajamos extasiados de alegría y llenos de energía para continuar conociendo la ciudad. En pocos minutos estuvimos de vuelta, paramos en un local para comprar una tijera con forma de cigüeña, muy original.
Llegamos a la Catedral, ya era de noche, estaban recogiendo las sillas y mesas rojas que tenían frente a la iglesia, al parecer lo hacían a diario.
Antes de llegar a nuestro hotel y a pesar del frio, nos sentamos en una heladería, los niños pidieron helados y nosotros chocolate caliente. Al llegar al hotel mi esposo empezó a revisar las rutas que haríamos al día siguiente en el recorrido hacia Lucerna.
Desayunamos en el hotel a las 8:30 a.m, hacía una temperatura de 0 grados. Mi esposo y mi hijo salieron a buscar el auto para dirigirnos a Lucerna. Rentamos un auto, una Q3, para movilizarnos de manera cómoda y fue lo mejor que hicimos, pues podíamos parar y bajar donde nos placiera a tomar fotos y disfrutar del paisaje maravilloso.
La ruta hacia Lucerna fue de cuentos. Hicimos parte de la ruta de Grand Tour. Nuestra primera parada fue en Gruyéres. Al llegar nos estacionamos sin problemas en una plaza, subimos una escalera, y luego caminamos unos minutos más hasta el centro del pueblo. Había neblina y hacia mucho frío, mientras avanzábamos escuchábamos sonar las campanas que le cuelgan en el cuello a las vacas. Me gustaba ese sonido. No había mucha gente debido a que era temporada baja. En el centro del pueblo había una capilla, en ambos lados de las calles restaurantes y locales con ventas de accesorios y recuerdos. Subimos hasta llegar al Castillo de Gruyéres y recorrimos los alrededores, no entramos. La vista desde la colina es espectacular. Realmente te transportas a la época medieval. Después de caminar un rato y tomar un par de fotos para el recuerdo continuamos con nuestro recorrido.
Seguimos explorando y conociendo, el paisaje era precioso, casitas en las colinas al estilo Heidi. Montañas majestuosas coronadas de nieve. Paramos en un supermercado y compramos varios alimentos, quesos, embutidos, frutas, y luego nos detuvimos en una parque con vista al lago y a dos montañas que parecían abrazarse, debían tener mucho frio, estaban cubiertas de nieves. Fue una tarde inolvidable, ahí estábamos nosotros, pusimos la mesa, y merendamos. No imortaba el frió, estabasmos nuestra felicidad nos abrigaba aun más. Después de merendar los chicos fueron al parque que tenia diferentes juegos, había un par de familias jugando con sus hijos.
Al día siguiente nos dirigimos a Lauterbrunnen, un pueblo mágico, es impresionante ver la cascada naciendo desde el pico de una montaña rocosa. Pasamos unas horas disfrutando de este hermoso lugar. En este recorrido, los lagos, montañas, y los paisaje nos dejaron sin palabras.
Al regresar, hicimos una parada en Grindelwald, un lugar encantador, rodeado de montañas cubiertas de nieves, había movimiento y se apreciaban a las personas esquiendo, y al mirar hacia el cielo apreciabamos los coloridos paracaidas. Nos quedamos un buen rato en una plaza preciosa con vista al pueblo y a las imponentes colinas vestidas de blanco.
El último día en Lucerna, desayunamos en el hotel y luego de realizar rel check out dejamos nuestras maletas en el auto , y nos dispusimos a comprar chocolates, un anime para nuestro hijo y unas botas para mi hija. Estábamos listos para continuar con nuestro viaje.
Dejamos atrás las montañas con sus blancas coronas y sus líneas de algodón, frágiles capas de nieve, el frío y los dorados vibrantes del otoño para disfrutar del olor a pino y cítricos que nos acompañó camino a Zúrich.
Nuestra primera parada, las Cataratas del Rimm a donde llegamos de forma fácil. Había suficientes estacionamientos, era lunes y además temporada baja. Entranos a la tienda y compramos varios suvenires, conseguí la campanita que le cuelgan a las vacas. Me agrada verlas pastar y escuchar el sonido de sus campanas al moverse.
Bajamos unas escaleras, cruzamos el puente repleto de candados, un caminito hasta quedar frente a la caída y al castillo. Nos sentamos a merendar, una crepes (7.00) y café 5.00
Llegamos a Zúrich ya casi al anochecer. Nos instalamos en el hotel, y salimos a cenar. Debo reconocer que como era la última ciudad en nuestro recorrido ya estábamos cansados y sin mucho animo de salir a conocer. Aún así salimos a caminar y cenamos en un restaurante ubicado en el centro histórico.
Al día siguiente recorrimos la ciudad, nos quedamos un rato en un parque frente a al lago, los chicos corrieron y se relajaron, pasamos una tarde muy agradable y divertida.
Sin duda regresaremos a Suiza.
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Beautiful, wеll madе, and at a reasonable priⅽе.