El ronronear de sus gatos
el aroma excitante a café
rincones, sombras y ratos
cae una lágrima,
pierde su fe.
Misterios envejecidos
sus memorias divagan por doquier
a las tres de la tarde llega el rosario
en sus esqueléticas manos de mujer.
En el nombre del padre que la abandonó
del hijo que jamás llegó
y del espíritu que se le escapó
besa a la marchita que un día fue flor.
Solitaria, retorcida como acordeón
entre gatos y temblores
entrega su alma
sin decir adiós.