Estaba haciendo fila para realizar un pago y solo habían dos cajeras. No estaba la que atendía a los jubilados. Como en la mayoría de los lugares, cuando sucede esto, se alternan los clientes. Justo cuando casi llegaba mi turno, llegó una señora jubilada. Inmediatamente supe que la atenderían primero. Yo no daría un solo paso, pues me parece lo correcto. Es más yo con gusto le daría mi lugar, no tengo ningún problema de tiempo, ni mucho menos de impaciencia en estos casos.
Los jubilados me parecen tiernos. Me veo en un futuro también en esa fila. Yo la miré, pero ella no me miró. Cuando la cajera dijo siguiente, yo como una momia. La señora pasó y fue atendida. Como yo estaba tan cerca, escuché cuando la señora le preguntaba a la cajera la hora en que abría su caja. Ella no supo darle una hora exacta, pues trabajan por turnos. La señora comentaba que le resultaba muy incomodo utilizar la caja normal porque la gente no dice nada, pero las miradas matan.
Justo ahí me quedé pensando en esa frase “las miradas matan”. No sé a quién se refería. En mi quietud yo había mirado sonriente a la señora, pero ella jamás me miró. Es más, creo que no miró a nadie. Llegó como un soldadito. Seguro que en su cabeza se había creado un drama al ver que su caja estaba cerrada.
Juraba que todos la miraban mal y quién sabe que cosas más. También le comentaba a la cajera: ellos van a llegar a mi edad y no les gustaría que los vieran así. La muchacha solo le dijo que debían tener paciencia. Yo no vi a nadie quejarse, además la fila no estaba larga.
Y así anda un montón de gente en la calle pensando que son el centro de atención, que todo el mundo tiene que ver con ellos, que los critican por viejos, feos, gordos o flacos. En verdad todo esto tiene un principio, nuestra mente. Una idea o pensamiento, bueno o malo, solo puede venir de adentro. Nace en nuestra cabeza, es ahí donde le damos vida y lo vemos crecer.
Llegamos a desarrollar verdaderos monstruos, sufrimos, y lo peor del caso es que la mayoría de las veces es pura suposición. Además, si no lo fuera, que tengo que ver yo con lo que piensa el resto de mí. La única persona en el mundo que me conoce a la perfección soy yo misma.