EL PESO DE LA INTUICIÓN
MARIPOSAS EN EL ALMA
23 septiembre, 2025

EL PESO DE LA INTUICIÓN

Vivir con la habilidad de percibir la verdad detrás de las palabras es una experiencia que, aunque muchos envidiarían, puede convertirse en una carga silenciosa. Leer a las personas, más allá de lo que dicen y muestran, implica adentrarse en una realidad paralela donde las máscaras caen y la autenticidad se revela, a veces de manera abrupta. Esta es una habilidad que fui desarrollando con el paso de los años, y se instaló en mi vida como una presencia constante, obligándome a observar, a interpretar y, en ocasiones, a callar.

Al principio, creí que sería sencillo convivir con este don al que llamo inteligencia sensorial. Pensé que podría utilizarla para protegerme y para comprender mejor a quienes me rodean. Sin embargo, con el tiempo descubrí que la verdad no siempre es bienvenida, ni tampoco fácil de sostener. Saber cuándo alguien miente, cuando la fachada supera a la esencia, me colocaba en una posición incómoda: ¿debería confrontar,  guardar silencio y fingir ignorancia?  Opté por lo segundo la mayor parte del tiempo. Aprendí a callar, a poner en duda mi percepción y a dejar que las personas mostraran lo que quisieran mostrar. Fingir que no veía más allá de lo evidente era, en muchos casos, la opción más sana, la más prudente. Sin embargo, esta contención generó en mí una actitud sarcástica, a ratos irónica, como mecanismo de defensa ante la constante tensión entre lo que se dice y lo que realmente se siente.

Me resultaba imposible decirle a alguien de frente: “sé que no estás diciendo la verdad, que las cosas no son como las cuentas”. No porque dudara de mi intuición, sino porque comprendí que cada quien tiene motivos para ocultar, para maquillar la realidad. La autenticidad, aunque deseable, suele entrar en conflicto con el deseo de agradar, de encajar en las expectativas ajenas. Muchas personas prefieren actuar, desempeñar roles que les permitan pertenecer, aunque eso implique traicionar su esencia.

Esta observación me llevó a reflexionar sobre el valor de la autenticidad y los riesgos de vivir a través de las apariencias. ¿Por qué es tan difícil ser genuino en un mundo donde la aceptación parece depender de la capacidad de simular? La respuesta, quizás, reside en el miedo al rechazo, a la soledad, o en la creencia de que ser uno mismo no basta para ser querido.

La intuición, ese sexto sentido que distingue la verdad de la mentira, es una herramienta poderosa, pero también solitaria. Nos obliga a discernir, a mirar más allá de las palabras y los gestos, y a construir relaciones basadas en la transparencia. Sin embargo, para que sea verdaderamente útil, debe ir acompañada de compasión y respeto. No basta con saber; hay que entender, y sobre todo, aceptar que cada persona tiene una historia, una razón para mostrarse como lo hace.

La habilidad de percibir la verdad es un don ambivalente. Aprender a convivir con ella requiere equilibrio, prudencia y empatía. Y, sobre todo, nos invita a valorar la autenticidad, no como una meta absoluta, sino como un proceso en el que nos acercamos, poco a poco, a nuestra esencia más verdadera.

En conclusión, seamos vulnerables y auténticos en todo momento, esa será siempre nuestra mejor versión, quien nos ama y aprecia de verdad abrazará tambien nuestras sombras.

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