22 de noviembre de 2023.
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29 diciembre, 2023
¿Han saboreado un libro, antes de conocer su existencia? Pues yo sí. Les cuento, estaba con mi familia en Barcelona, y salimos de paseo con mi querida amiga Gaby y sus dos hijos. Cómo era temporada alta, nos sugirió ir a la pequeña rambla, es mucho más tranquila que la emblemática y conocida por todos, se pasa un buen rato y se come bien. Quería llevarnos a una heladería, Mamá Heladera, que le gustaba mucho porque todas las semanas tenían sabores nuevos e inspiradores. Probé varios, y uno en especial detuvo mi degustación, y fue el que escogí, tenía un sabor a miel, sal marina, vainilla, y no recuerdo qué más. Le dije a la chica, quiero éste, es una delicia, y ella me respondió, y le va a gustar más porque ese sabor está inspirado en una novela. ¡¿En una novela?!Si, respondió, en Madre de leche y miel, de Najat El Hachmi, y trata sobre la travesía de una mujer migrante y su pequeña hija, hasta llegar a nuestras tierras, Cataluña.
No les debe sorprender que me perdí en mi imaginación mientras mi paladar se sumergía en aquella dulce delicia. Desde esa tarde, mi curiosidad se activó, entraba a cada librería en busca del helado, quiero decir del libro, pero no lo encontré así que no tuve más remedio que compralo en formato digital.
La novela, al igual que el helado, me gustó. Es la historia de una mujer marroquí, analfabeta, Fátima, que deja su tierra por ir en busca del padre de su hija, a quien amaba, a pesar de que había sido un matrimonio arreglado por sus padres.
Llegó a la ciudad, no sabía leer, ni conocía la lengua del lugar, aún así, dio con la dirección que buscaba. Encontró a su esposo y este les dio la espalda, pero su gran virtud las salvó, trabajadora y buena cocinera, así sacó adelante a su hija, añoraba su tierra, su familia, la aridez de los caminos, y sus olores.
Es la vida de muchas mujeres musulmanas, sin voz, sin decisión, para elegir el amor y su destino, resignadas a lo que les toca, lo que sus padres decidan. La mujer es una sombra, un silencio perenne, su desahogo suele ser la cocina, los hijos, y las lágrimas derramadas a escondidas. No está permitido quejarse, aguantar es la ley de vida, pero nuestra protagonista es diferente, y no estaba hecha de esas mieles, o quizás sí. Ni ella lo sabía porque en el fondo no conocía otra manera de vivir, porque el miedo, mal consejero, la llevó a cometer los mismos errores que sus antecesores, con su propia hija, y ni su arrepentimiento basta para consolar la soledad de su alma.
Este es el destino de muchas mujeres, matrimonios arreglados, un hijo tras otro como un chorro inmisericordioso que no se seca, aunque el vientre y el cuerpo no dan más y pidan clemencia. Lo triste es que este hilo es infinito y hoy día, en muchas partes del mundo, solo para esa labor están las mujeres, porque ellas no están hechas de carne y hueso, sino de leche y miel, nacidas para amamantar y ser sumisas.