“El hombre desasido comienza a vivir. Vivir, que es sumergirse en la gran corriente de la vida, participar, de alguna manera, del curso del mundo, mirar todo con veneración, tratar con ternura a todas las criaturas, sentir gratitud y reverencia por todo lo que existe.
Y, entonces, cuando el corazón del hombre se haya desprendido de sus cadenas apropiadoras y haya renunciado a la codicia del poseer, en fin, se haya purificado de todo lo que envenena las fuentes de la alegría, entonces habremos retornado a la primera aurora en la que todo es bueno.
En el invierno el valle se cubre de nieve, en la primavera de flores y en el otoño de frutos. Todo está bien.
En la época de los deshielos el río de cause, inunda los valles y arrastra consigo viviendas, animales y personas al seno de la muerte. Es su ley.
Las vacas se alimentan paciendo en la pradera y los lobos devorando corderos. Las aves vuelan y las serpientes reptan. Los seres vivientes nacen, crecen y mueren. En la primavera llegan las golondrinas y en el otoño se van. Todo está bien.
Vivir es respetar las leyes del mundo, no irritarse contra ellas, entrar en su curso con gozo y ternura, dejar que las cosas sean lo que son, dejarlas pasar a tu lado sin torcer su rumbo. He aquí el secreto de la paz.”