Sin duda, La vuelta al mundo en ochenta días, de Julio Verne, es un libro entretenido y con un profundo mensaje, para leer en familia. Esta obra que no había leído, pero que conocía, llegó a mis manos gracias a una buena amiga de las letras en un intercambio de libros que hicimos en diciembre de 2019. Y con razón me dijo: Léelo con tus hijos. Así lo hice y como nos divertimos y aprendimos. “Leamos para ser libres y disfrutar” fue su dedicatoria.

Esta historia de retos y aventura comienza cuando el protagonista, Philleas Fogg, en medio de una discusión acepta una apuesta ante su grupo de amigos del Reform Club de Londres. Les aseguró que sí era posible dar la vuelta al mundo en ochenta días, si seguía una ruta fija y no perdía ni un solo segundo del viaje.  Según ellos esto era impensable para su época, por los medios de transporte que existían, ferrocarril  y barco. Fue así como formalizaron la apuesta. Si Mr. Fogg perdía, ponía en juego prácticamente toda su fortuna.

Con la ayuda de su mayordomo Picaporte y un mapamundi se puso en marcha, la aventura contra el tiempo comenzó. Como todo hombre decidido, disciplinado y metódico tenía un plan, pero no contaba con los todos los inconvenientes y múltiples adversidades que los retrasarían. Durante su viaje fueron perseguidos, viajaron en lomos de elefantes y también se convirtieron en héroes. Atravesaron bosques, llanuras y cruzaron mares en medio de la tempestad.

Esta obra literaria escrita en 1872 nos deja un gran mensaje de perseverancia.  Cuando te propones algo y estás convencido que lo lograrás, no habrá obstáculo que te impida avanzar y alcanzar tu objetivo. Dios y la vida misma te presentarán opciones, caminos, atajos y hasta cambio de planes, pero si confías y estás claro a donde quieres llegar, como sea, lo harás. Y aun sabiendo que las cosas pueden no resultar como lo esperabas ¡Rendirse jamás será una opción!

Minnie F.