Después de más de treinta años y antes de leer esta obra había regresado a mi pueblo con mis hijos, quería mostrarles mis raíces. Ese día sentí que “se me perdió el pueblo” Yo no tenía afectos que buscar en ninguno de sus rincones.”Nadie anda en busca de tristezas” Tuve muchos momentos de felicidad junto a mis hermanas y nuestra madre, pero también muchos difíciles y tristes. Mi padre se fue de la casa cuando yo tenía seis años y nuestra mamá tuvo que levantarnos y educarnos sola.
Entramos a la casita donde crecí y no había nada, “solo ruidos callados” El que un día fue mi hogar ahora lo era de una colonia de murciélagos. No quedaba absolutamente nada visible de nuestra vida pasada. Solo la casita seguía en pie, llena de telarañas y nostalgia por nuestra ausencia. Se negaba a derrumbarse.
Con esta novela entre tus manos debes estar muy atento, sobre todo en casos como el mio, para no perderte y confundirte entre el presente, el pasado, y hasta lo eterno. Aunque puede tornarse confusa por los saltos del tiempo, a mi me gustó mucho, es un libro corto, pero exquisito. Yo me detenía por momentos a saborear cada frase, y a jugar con mis propios recuerdos. Todo era real y nada era cierto, me decía mientras me adentraba entre esas letras polvorientas.
Esta es la historia de un hombre que al morir su madre y a petición de ésta viaja a Comala en busca de su padre, Pedro Páramo. Resulta que el pueblo está abandonado y los que aun quedan están muertos, sus almas y sus voces deambulan por todos lados. Es un encuentro entre el mundo de los vivos y el de los muertos. En su recorrido, Juan Preciado, descubre que su padre era todo un personaje, nada querido por cierto.
No quiero contar más, ni mucho menos resumir la novela, así que lo dejo hasta aquí. Si les gusta el realismo mágico como a mi, ésta es una verdadera joya, se las recomiendo.
Lo que si no podré evitar es citar las frases servidas en este banquete literario: